El fracking es una técnica para extraer gas natural de yacimientos no convencionales. Se trata de explotar el gas acumulado en los poros y fisuras de ciertas rocas sedimentarias estratificadas de grano fino o muy fino, generalmente pizarras o margas, cuya poca permeabilidad impide el movimiento del gas a zonas de más fácil extracción. Para ello es necesario realizar cientos de pozos ocupando amplias áreas (la separación entre ellos ronda entre 0,6 a 2 km) e inyectar en ellos millones de litros de agua cargados con un cóctel químico y tóxico para extraerlo. (Se sabe que hay al menos 260 sustancias químicas presentes en alrededor de 197 productos, y algunos de ellos se sabe que son tóxicos, cancerígenos o mutagénicos).



Un informe de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) de EEUU asocia el fracking con la contaminación de las aguas en el estado de Wyoming.
Este informe aporta nuevas evidencias científicas de que la contaminación de las aguas subterráneas está asociada a la fractura hidráulica, y concluye que este proceso de perforación para extracción de gas es el causante de la aparición de contaminantes en la zona centro del estado de Wyoming.
El informe detalla que proviene de filtraciones ascendentes desde los pozos de gas, e implica al menos 10 compuestos utilizados en la fractura hidraulica. Según el informe “La explicación de la presencia de compuestos sintéticos como los glicol éteres… y de una combinación de otros compuestos orgánicos es la mezcla directa de los fluidos utilizados en la fractura hidráulica con las aguas subterráneas en el campo de gas de Pavillion. Otras explicaciones alternativas han sido analizadas cuidadosamente”.
Algunas de las conclusiones del informe contradicen asimismo los argumentos utilizados reiteradamente por la industria para asegurar que es seguro el proceso de fracking: que la presión hidrológica obligaría a los fluidos a bajar, no a subir; que los estratos geológicos profundos proporcionan una barrera estanca que evita la fuga de los compuestos químicos hacia la superficie; y que los problemas del revestimiento de acero y de cemento de los pozos no tienen nada que ver con el fracking.
Las primeras quejas de la población de Pavillion sobre contaminación de las aguas se remontan a mediados de la década de los 90, agravándose los problemas hacia 2004. En respuesta a las quejas de varios vecinos de que el agua de sus pozos adquiría una tonalidad marrón tras las operaciones de fractura en pozos cercanos, las compañías de gas suministraran a la población agua potable en cisternas durante un cierto tiempo.
La toma de muestras de agua de los pozos de la zona por parte de la EPA se inició en 2008, detectándose la presencia de hidrocarburos y trazas de contaminantes que parecían poder estar relacionados con el fracking. Otra serie de muestreos confirmó en 2010 la existencia de contaminación, y tanto la EPA como los departamentos de salud pública federales advirtieron a la población para que no bebiese agua de sus pozos y para que ventilara las viviendas al llenar la bañera, porque el metano presente en el agua podía provocar una explosión.
Para confirmar estas evidencias, la EPA perforó dos pozos de seguimiento de la calidad del agua a unos 300 metros de profundidad, haciendo públicos en Noviembre los datos recogidos, que confirmaban la presencia de altos niveles de productos químicos carcinógenos como el benceno, y de un compuesto denominado 2-Butoxietanol utilizado en el fracking. No obstante, la Agencia no consideró concluyentes los resultados, y se esforzó en separar la investigación de las aguas subterráneas de Wyoming de la controversia estadounidense sobre la fractura hidráulica, considerando como posibles causas de la contaminación la agricultura, las perforaciones y las balsas de residuos abandonados por la industria petrolera y gasística.
Las evidencias encontradas por la EPA en Wyoming no son extrapolables a otras regiones, pues las características geológicas de la zona suponen que los pozos para extracción de gas se fracturan a profundidades menores que muchos de los pozos de otras comarcas.
En la investigación se analizó también el estado del cemento y del revestimiento de los pozos de gas, evidenciándose soldaduras defectuosas del cemento en las zonas situadas justamente encima del lugar donde se realizan las operaciones de fractura hidráulica. La EPA concluye que el relleno de cemento diseñado para proteger las paredes del pozo, haciendo de barrera aislante de los productos químicos para evitar su fuga, había sido debilitado y se había separado de la pared del pozo.