Hoy, 16 de septiembre de 2013 se celebra el Día Mundial para la conservación de la capa de ozono, instituido en 1995 por Naciones Unidas con el objetivo de sensibilizar a la opinión pública sobre este problema.
En el año 1985 se adoptó el Convenio de Viena para la protección de la capa de ozono, ampliado por vario convenios internacionales. Este convenio se centra en la limitación del uso y producción de la producción CFCs (compuestos clorofluorocarbonados) y HCFC (compuestos Hidroclorofluorocarbonados), principales responsables de la destrucción de la capa de ozono. 
Los CFC/HCFC son los principales causantes de la destrucción de la ozonósfera. Su utilización ha abarcado muchas aplicaciones de nuestra vida diaria y en su momento tuvieron un propósito multiuso, siendo muy utilizados como refrigerantes en neveras y aires acondicionados, como sucedió con el popular freón, como disolventes en productos de limpieza, como elemento propulsor en aerosoles y agente espumante en extintores. 
El gran problema generado con el uso de los CFC/HCFC, es que en contacto con los rayos ultravioletas produce Cloro el cual reacciona con el ozono para convertirlo en oxigeno, provocan la destrucción de la capa de Ozono. Aunque estas emisiones de CFC/HCFC hoy han cesado en gran medida, el efecto de las emisiones masivas de años precedentes es aún más que visible, ya que el tiempo de vida de el cloro desprendido de una molécula de CFC/HCFC oscila entre los 20 y 100 años y por lo que el proceso de destrucción de la capa, continuara por largo tiempo aunque las emisiones cesen en su totalidad. 
La disminución de la capa de ozono con la mayor exposición a la radiación ultravioleta, ocasiona graves perjuicios para el hombre como las lluvias acidas, perjuicios en el rendimiento agrícola, destrucción de la vida marina, incremento de enfermedades como el cáncer de piel (melanoma con un gran incremento de casos), las cataratas, debilitamiento del sistema inmunológico, etc…
La reacción de la comunidad internacional fue rápida y la mayoría de los países del mundo se comprometieron a acabar con la producción de CFC/HCFC y otros gases nocivos para la capa de ozono. Los países industrializados primero y el resto después han conseguido reducir en un 80% esta producción (al 100% en el caso de los CFCs), con el compromiso de hacerla desaparecer en 2016. Los efectos beneficiosos no serán inmediatos, pero sí se tiene idea de lo que se evitará: 19 millones de casos de cáncer de piel, 150 millones de casos de cataratas y 70 billones de pesetas en pérdidas en la pesca y la agricultura de aquí al año 2060. Y, a más largo plazo, la posible desaparición de la vida en el planeta.