Cada año se generan en el conjunto del estado una media de 150.000 toneladas de aceites usados procedentes de vehículos y maquinaria industrial. Si su gestión es inadecuada puede provocar graves daños medioambientales pues, no en vano, se trata de un residuo peligroso con gran poder de contaminación. 
Su eliminación por incineración incontrolada o vertido afecta seriamente a la calidad del aire, así como al agua y al suelo. Sin embargo, si ha sido correctamente extraído y almacenado puede ser valorizado en su totalidad, aportando importantes beneficios medioambientales en cuanto al aprovechamiento de los recursos contenidos en el aceite usado, ya sean materiales o energéticos, suponiendo un importante ahorro de materias primas.


Con la regeneración del residuo es posible obtener nuevamente un aceite base industrial con el que posteriormente se pueden fabricar nuevos aceites lubricantes. Este proceso tiene un efecto favorable sobre el cambio climático, ya que las emisiones de CO2 son inferiores a las que se producirían si el proceso de obtención de bases lubricantes fuese mediante el refino del petróleo. 
Cuando el aceite usado no puede ser regenerado, el segundo tratamiento viable es la valorización energética, esto es la producción de un combustible alternativo a partir del aceite usado previamente tratado, de similares cualidades al tradicional fueloil. El pasado año se destinaron a este tratamiento 47.384 toneladas de aceites usados, obteniendo dicho combustible útil en muchos tipos de industrias como cementeras, yeseras, fábricas de cerámica, asfaltos, áridos o aglomerados, cuyos procesos requieren utilizar hornos trabajando a altas temperaturas y con un importante gasto energético.