El agotamiento del ozono atmosférico y el cambio climático son efectos no deseados de las actividades humanas sobre la atmósfera mundial, debido a la emisión incontrolada de Sustancias que Agotan la Capa de Ozono (en adelante SAO), y Gases de Efecto Invernadero (en adelante GEI). Ambos constituyen problemas ambientales distintos pero están relacionados por la presencia de clorofluorocarbonos (CFC) y Hidroclorofluorocarbonos (HCFC). 

Pero para comprender como afectan a nuestro entorno estas sustancias, veamos que peculiaridades tiene la atmósfera terrestre. 

Nuestra atmósfera es una mezcla de varios gases en distintas capas que realizan dos funciones fundamentales para el desarrollo de la vida en nuestro planeta. Así disponemos de 2 tipos de gases diferenciados; el Ozono y los GEI. 

El ozono (O3) actúa como filtro, o escudo protector, de las radiaciones nocivas, y de alta energía, que llegan a la tierra permitiendo que pasen otras como la ultravioleta de onda larga, y la luz visible, que de esta forma llega a la superficie, permitiendo la fotosíntesis. La desaparición de este gas de nuestra estratosfera tiene efectos muy graves sobre nuestra salud y nuestro planeta. Así su desaparición gradual provocará: 
  • Daños oculares (cataratas); 
  • Deficiencia del sistema inmunológico; desarrollo de cáncer de piel. 
  • Menor rendimiento de los cultivos; daña los bosques. 
  • Alteraciones en las primeras etapas del desarrollo de la vida acuática; reduce la productividad de los ecosistemas marinos y del fitoplancton (base de la cadena alimentaria acuática). 
  • Perdida de coloración, fuerza mecánica y reducción del tiempo de vida de los materiales. 
Los GEI son una mezcla de distintos gases que permiten retener parte de la energía que la superficie del planeta emite por haber sido calentada por la radiación solar. Este fenómeno evita que la energía recibida constantemente vuelva inmediatamente al espacio, produciendo a escala planetaria un efecto similar al observado en un invernadero. Los gases que permiten este “sobrecalentamiento” natural de la tierra son el vapor de agua, el dióxido de carbono, el metano, el Óxido de Nitrogeno y el Ozono. 

El problema surge cuando por acción del hombre hay determinados GEI que se concentran de manera anormal, como pueden ser el CO2 y el N2O, generados por la quema de combustible fósiles y la actividad industrial. Estos gases, junto a la emisión de CFCs (con alto potencial de calentamiento global), son los llamamos GEI antropogénicos, ya que su anormal concentración son debidos a la acción del hombre. Así pues, lo que era un efecto natural beneficioso, que permitía a nuestro planeta tener temperaturas suaves, y que minimizaba la aparición de temperaturas extremas, como en los planetas de nuestro entorno (Venus, Marte,…), se ha convertido en un problema generado por el hombre al estar aumentando la temperatura media de la tierra de manera artificial. Esto provoca: 
  • La modificación del régimen de precipitaciones, 
  • El incremento en la desertificación, 
  • La extinción de especies, 
  • Las alteraciones en los ciclos agrícolas, 
  • El deshielo de los polos, lo que incrementaría el nivel del mar causando inundaciones en zonas costeras.
Debido a esta problemática, se desarrollaron los protocolos de Montreal y Kyoto. Ambos son tratados diferentes pero con problemas interrelacionados. El primero se ocupa del agotamiento de la capa de ozono y el segundo del cambio climático. 

El Protocolo de Montreal controla la producción y el consumo de las Sustancias que Agotan la Capa de Ozono (SAO) y su reducción gradual hasta su eliminación total, lo que se está logrando gracias a los esfuerzos de los países desarrollados y en desarrollo que son Partes en el Protocolo. 

El Protocolo de Kyoto, por su parte, controla las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI). 

¿Pero donde entran en contacto ambos protocolos? Ambos protocolos son aplicables a una serie de sustancias que son GEI y SAO al mismo tiempo, y son sustancias puestas “en el mercado” por la mano del hombre. Nos referimos a los CFCs, su posterior evolución menos lesiva los HCFCs. 

Por ejemplo, los CFC-11 y 12 (los dos principales clorofluorcarbonos que destruyen el ozono) son gases respectivamente 4000 y 8500 veces más poderosos que el dióxido de carbono, el principal GEI en relación a su potencial de calentamiento global. Los hidrofluorocarbonos desarrollados como sustitutos de los CFC también son potentes gases con efecto invernadero. 

Los hidroclorofluorocarbonos (HCFC) se han utilizado transitoriamente para sustituir a los CFC en varias aplicaciones porque su permanencia en la atmósfera es más breve y en consecuencia causan un menor agotamiento del ozono. 

Entre las sustancias no perjudiciales para el ozono que podrían utilizarse en sustitución de las SAO, porque no contienen bromo ni cloro, se encuentran los hidrofluorocarbonos (HFC) y los perfluorocarbonos (PFC), que contribuyen solamente al cambio climático y están contemplados en la Convención Marco de Cambio Climático (CMCC) y su Protocolo de Kyoto. Si bien estos contribuirán al calentamiento de la Tierra, es menor el daño que hacen como GEI que el daño que hacen a la capa de ozono y al calentamiento global los gases a los que sustituyen. 

Mención aparte merecen los compuestos orgánicos volátiles (en adelante COVs). Los COVs son sustancias químicas orgánicas cuya base es el carbono y se evaporan a temperatura y presión ambiental generando vapores, que pueden ser precursores del ozono en la atmósfera. Además del carbono es posible hallar en su composición hidrógeno, flúor, oxígeno, cloro, bromo, nitrógeno o azufre. 

Lo curioso es que tienen una doble vertiente contradictoria, por un lado como destructores del ozono estratosférico y por otro lado como precursores del ozono troposférico. El problema es que ambas vertientes son perjudiciales. 

Como destructores del ozono, los COVs pueden influir en la degradación de la capa de ozono como son el 1,1,1-tricloroetano y el tetracloruro de carbono. El protocolo de Montreal contempla actuaciones para disminuir las emisiones de estos compuestos a la atmósfera de manera que se evite su efecto sobre el ozono estratosférico. 

Como precursores del ozono troposférico se producen como consecuencia de su reacción con los óxidos de nitrógeno presentes en la atmósfera y la luz solar. Se producen una serie de reacciones químicas que provocan formación de ozono a nivel del suelo. Estas reacciones son mucho más intensas en presencia de luz solar que es la que necesitan para producirse. A este fenómeno se le conoce como smog fotoquímico creándose atmósferas ricas en ozono de un color marrón – rojizo. El ozono es perjudicial para los seres humanos y las plantas, pues puede provocar graves daños respiratorios. 

Recapitulando. Nuestro planeta y entorno más inmediato está amenazado por nuestra actividad, ya sea directa (uso de coche, aire acondicionado, calefacción, electricidad,…), o indirecta (industria). Se han aprobado diversos protocolos internacionales (Kyoto y Montreal), reglamentos europeos (Regl. 1005/2009, Regl. 872/2006) para regular la producción y uso de determinadas sustancias (CO2, N2O, CFCs, HCFs, COVs,…) e incluso dentro del ordenamiento jurídico español se ha promulgado Leyes y Reales Decretos que limitan sus usos (Ley 34/2007, RD 100/2011, RD 117/2003,…). Es importante que tanto empresas como personas seamos conscientes de nuestra obligación para con el planeta. Como empresas, cumpliendo la legislación vigente de aplicación y procurando estar al día de la misma, y como personas minimizar nuestro consumo eléctrico y de combustibles fósiles, siendo conscientes que entre todos podemos tener un impacto positivo y significativo sobre nuestro planeta.