El siguiente post es un extracto del artículo “Los riesgos de los microplásticos”, publicado en Investigación y Ciencia este mes de septiembre de 2021.


Nos ha parecido un artículo interesante respecto al riesgo que presentan los microplásticos para el medio ambiente y la salud en general. Aunque no se ha demostrado fehacientemente que provoquen daños significativos al medioambiente o a la salud de las personas, estos últimos años se han empezado a desarrollar una serie de estudios a este respecto, ya que la presencia de estos microplásticos en el medioambiente (hecho sólidamente demostrado y documentado) es ya significativa y tiene visos de ir en incremento en los próximos años.

Dunzhu Li solía calentar cada día en el microondas la comida envasada en recipientes de plástico. Pero esta ingeniera ambiental abandonó ese hábito a raíz de un descubrimiento inquietante que hizo su grupo de investigación: los envases de plástico alimentario desprenden gran cantidad de partículas diminutas en el agua caliente, los llamados microplásticos.
«Nos quedamos helados», afirma Li. Los hervidores y los biberones también desprenden microplásticos, según dieron a conocer el pasado octubre ella y otros investigadores del Trinity College de Dublín. Si los padres preparan la leche en polvo con agua caliente agitándola en una botella de plástico, el bebé puede llegar a ingerir más de un millón de partículas de microplástico cada día, calculó el equipo.
Lo que Li y otros investigadores no saben todavía es si eso supone un peligro. Todos inhalamos polvo y arena, pero no está claro que la ingesta de pedacitos de plástico resulte perjudicial. «La mayor parte de lo que ingerimos recorre el tubo digestivo entero y sale intacto», afirma Tamara Galloway, ecotoxicóloga en la Universidad de Exeter. Pero «creo que es acertado decir que el riesgo podría ser alto», declara Li, eligiendo sus palabras con prudencia.
Los microplásticos se han hallado en todos los lugares donde se han buscado: en las profundidades marinas, en la nieve ártica y en el hielo antártico; en el marisco, en la sal de mesa, en el agua potable y la cerveza; suspendidas en el aire o arrastradas por la lluvia sobre las montañas y las ciudades.
Esos minúsculos fragmentos pueden tardar décadas o siglos en degradarse por completo.
Todos acaban arrastrados por el agua hacia los ríos y el mar: en 2015, los oceanógrafos calcularon que había entre 15 y 51 billones de partículas de microplástico flotando en la superficie de los mares del planeta. Desde entonces se han descubierto otras fuentes de microplástico: las briznas arrancadas de los neumáticos por el asfalto y las microfibras sintéticas que se desprenden de la ropa, por citar algunas. Las partículas son arrastradas por el viento que circula entre el mar y la tierra, así que acabamos inhalando o ingiriendo plástico de cualquier fuente.
A partir de pequeños estudios sobre el contenido de microplásticos en el aire, el agua, la sal y el marisco, Albert Koelmans, ambientólogo de la Universidad de Wageningen, ha calculado que los niños y los adultos podríamos ingerir entre pocas docenas y más de 100.000 pedacitos de ellos cada día, según relataba este marzo. Él y sus colaboradores creen que, en el peor de los casos, una persona estaría ingiriendo la masa equivalente a una tarjeta de crédito al año.
¿PERJUICIOS DIVERSOS?
¿Irritación / afección pulmonar?

Los investigadores barajan varias teorías sobre los daños que pueden causar los pedacitos de plástico. Si son lo bastante pequeños para penetrar en las células y los tejidos, podrían tener efectos irritantes por el mero hecho de ser cuerpos extraños, como sucede con las finísimas fibras de amianto, que inflaman el tejido pulmonar y acaban provocando cáncer. Existe un potencial paralelo con la contaminación atmosférica: se sabe que las partículas de hollín que emiten las centrales generadoras de electricidad, el humo del tráfico y los incendios forestales, denominadas PM10 y PM2,5 se depositan en las vías aéreas y en los pulmones. Allí, en concentraciones elevadas dañan el aparato respiratorio. Aun así, los niveles de PM10 son miles de veces mayores que las concentraciones de microplásticos que se han detectado en el aire, destaca Koelmans.


¿Citotóxicos?
Otra posibilidad es la toxicidad química, ya que estos incorporan estabalizantes y pigmentos, sustancias peligrosas muchas de ellas que, entre otros efectos, interfieren con el sistema endocrino (hormonal). Pero que la ingesta de los microplásticos aumente sustancialmente nuestra exposición a esos compuestos depende del ritmo con que se desprenden de las partículas de plástico y de la rapidez con que viajan a través del cuerpo, factores que se están comenzando a estudiar en este momento.
¿Vehículos de otros contaminantes?
Otra idea es que las partículas plásticas dispersas en el ambiente podrían captar contaminantes químicos que luego se liberarían en el cuerpo de los animales que las tragaran. Pero de todos modos los animales incorporan los contaminantes que hay en los alimentos y el agua, e incluso es posible que los microplásticos, si se ingieren en gran medida sin contaminar, ayuden a eliminar contaminantes del intestino. De momento no existe consenso en si las partículas plásticas cargadas de contaminantes son un problema importante, afirma Jennifer Lynch, bióloga marina adscrita al Instituto Nacional de Normas y Tecnología de EE.UU., en Gaithersburg, Maryland. ¿Interfieren en el desarrollo de organismos marinos?
Quizás el efecto nocivo más simple y directo, por lo menos en lo que concierne a la fauna marina, estribe en que la ingesta de esas partículas sin valor nutritivo les impide tomar el alimento suficiente para vivir. Lynch, que también dirige el Centro de Investigación de la Contaminación Marina en la Universidad del Pacífico de Hawái, en Honolulú, ha practicado la autopsia a tortugas halladas muertas en las playas, en busca de plásticos alojados en el intestino y de sustancias sintéticas en los tejidos.
En 2020, su equipo realizó una serie de análisis a 9 crías de tortuga de carey de menos de 3 semanas de vida. En uno de los ejemplares, que medía solo 9 centímetros de largo, se contaron 42 fragmentos plásticos en el tubo digestivo. La mayoría eran microplásticos.
«No creemos que muriesen a causa de los residuos acumulados», asegura Lynch. Pero la experta se plantea que quizá tuvieron problemas para crecer con la rapidez necesaria. «Es una etapa muy dura para estas pequeñas.» Gran parte de las investigaciones acerca del riesgo que comportan los microplásticos se han centrado en la fauna marina. El zooplancton, del que forman parte algunos de los organismos marinos más diminutos, crece más lentamente y se multiplica menos en su presencia, asegura Penelope Lindeque, del Laboratorio Marino de Plymouth: los huevos son más pequeños y eclosionan menos. Sus experimentos muestran que los problemas de reproducción derivan del hecho de que el zooplancton no se alimenta lo suficiente.
«Si dañamos el zooplancton, que constituye la base de la cadena trófica marina, debería preocuparnos seriamente el impacto en las poblaciones de peces y su capacidad para alimentar a la población mundial.»
ESTUDIOS EN HUMANOS
Todavía no se ha publicado ningún estudio donde se haya examinado directamente los efectos de los diminutos fragmentos plásticos en el cuerpo humano, aseguran varios expertos destacados en el campo. Solo existen trabajos basados en experimentos de laboratorio en los que se observa la reacción decélulas o tejidos humanos, o bien de animales, como ratones o ratas, al ser expuestos a los microplásticos.
Los ratones que comieron grandes cantidades de este material mostraron inflamación en el intestino delgado. En otro, los roedores presentaron menos espermatozoides, y aún en otro, produjeron camadas y crías más pequeñas, en comparación con los grupos de referencia.
Otra incógnita en cuanto al riesgo es si estos materiales pueden permanecer en el cuerpo humano y acumularse en algunos tejidos. NO HAY TIEMPO QUE PERDER

De momento los especialistas creen que los niveles de microplásticos y nanoplásticos dispersos en el ambiente no son lo bastante altos como para afectar a la salud humana. Pero no cesarán de aumentar.


Una cosa está clara: el problema no cesará de crecer. Cada año se fabrican 400 millones de toneladas de plástico, cantidad que previsiblemente se habrá duplicado con creces en 2050.
Aunque por arte de magia mañana se paralizase toda la producción, el plástico acumulado en los vertederos y esparcido por el ambiente, un volumen que se cifra en torno a 5000 millones de toneladas, seguiría desintegrándose en fragmentos minúsculos que son imposibles de recoger y limpiar, lo que elevará de forma incesante los niveles de microplásticos. Koelmans lo califica como una «bomba de plástico con temporizador». Los mayores recortes, con diferencia, se conseguirían restringiendo los plásticos de un solo uso. «No tiene ningún sentido fabricar cosas que se utilizan durante 20 minutos y tardan en desaparecer 500 años. Es insostenible, se mire como se mire»,