Hace más de 50 años Albert Einstein, la mente mas brillante e nuestro tiempo,  previno a la humanidad: “si la abeja desapareciera de la superficie del globo, el hombre no tendría más que cuatro años para vivir. No más polinización, no más hierba, no más flores, no más animales, no más hombres”.

Más del 75% de los cultivos que nutren la humanidad y el 35% de la producción de alimentos dependen todavía de los polinizadores más activos, las abejas. Pero las abejas están desapareciendo. El único enemigo verdadero de la abeja, su solo predador a escala planetaria, es el hombre moderno.

La polinización de cultivos, clave para la alimentación de la humanidad, se resiente por la tan increíble como enorme desaparición de abejas, entre un 30 y un 40 % cada año, un problema que los expertos vinculan con los insecticidas neurotóxicos que afectan a la orientación de estos insectos. Estos pesticidas son los denominados neonicotinoides.

La preocupación por la proliferación de las muertes de las abejas ha aumentado en los últimos años, y ante esta situación, la Comisión Europea propuso prohibir el uso  de estos neonicotinoides , pero sólo para cuatro cultivos y durante los próximos dos años; medida que afecta al maíz, la colza, el girasol y el algodón.

El Reglamento de Ejecución (UE) nº 485/2013 de la Comisión es el que articula las restricciones arriba comentadas. Los neonicotinoides prohíbidos son la clotianidina, tiametoxam e imidacloprid en los cultivos atractivos para las abejas. La prohibición entró en vigor en diciembre de 2013 y es probable que se revise en 2015.

Pero esta regulación se ha quedado muy corta ya que las restricciones se aplican sólo a una fracción de los plaguicidas tóxicos para las abejas que se comercializan actualmente en la UE. Plaguicidas como el clorpirifos, el cipermetrin y el deltametrin también se han identificado como nocivos para las abejas, pero aún no están incluidos en la prohibición. Además, los insecticidas imidacloprid , tiametoxam y clotianidina tienen una amplia gama de aplicaciones en diferentes cultivos, y sólo un pequeño número de estas aplicaciones se ven afectadas por la prohibición.

Asimismo no existe un plan de seguimiento para medir las mejoras ya que la Comisión Europea no logró establecer un plan de investigación y seguimiento efectivo. Por lo tanto será difícil para la Comisión que pueda informar acerca de la mejora del estado de salud de las abejas y de sus poblaciones con datos fiables. En otras palabras, será prácticamente imposible para la Comisión que dentro de dos años pueda valorar lo que la prohibición haya beneficiado a las poblaciones de abejas.

Otro factor a tener en cuenta, y que da idea de las limitaciones del reglamento, es que el reglamento no tiene en cuenta la persistencia, ya que los neonicotinoides son altamente persistentes en el suelo, por ejemplo, se sabe que el imidacloprid tiene un período de vida media en suelos de hasta 229 días en los estudios de campo y de 997 días en los estudios de laboratorio.

Es evidente que aún queda mucho por hacer y por legislar. La unión europea ha de dar pasos más contundentes ante el uso de estos pesticidas y no solo en sus restricciones limitadas de uso, sino en los tiempos de ejecución, porque tiempo no es lo que nos sobra en la actualidad a la hora de revertir nuestro impacto ambiental, y menos si Albert Einstein nos dió menos de 4 años.

Hay que tener en cuenta que todas, todas, sus predicciones fueron corroboradas en el mundo de la física. ¿Por qué no en este caso?